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Preguntas al Pastor Jhon MacArthur No altere la palabra de Dios (Apoc 22)
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No altere la palabra de Dios
(Apocalipsis 22)
Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. (Apocalipsis 22:18-19)
Es de gran importancia que la Biblia termine con una confirmación de su veracidad. Como las palabras de la Biblia son "fieles y verdaderas" (22:6), no deben sellarse, sino proclamarse (22:10). Se debe llamar a los pecadores a responder a la advertencia de la Palabra del Dios viviente o sufrir las consecuencias. Todas las profecías de Apocalipsis con relación a la condenación de los pecadores se harán realidad. Esta aterradora certeza debe conducir a las personas a Jesucristo para que puedan escapar de la ira venidera (1 Ts. 1:10).
El que habla y testifica de la autoridad y carácter definitivo de las palabras de la profecía de este libro es nada menos que el Señor Jesucristo (cp. v. 20). Su solemne advertencia contra la adulteración de las Escrituras es, ante todo, con relación a la profecía del libro de Apocalipsis (cp. 1:3). Su severa reprensión a Jezabel y sus seguidores (2:20-23), a los que han aceptado "las profundidades de Satanás" (2:24) y a los de la "sinagoga de Satanás" (3:9) los habrían incitado a atacarla. A través de los siglos ha habido otros que han atacado el Apocalipsis y lo han interpretado mal. Pero a la luz de repetidas advertencias contra la alteración de la Palabra de Dios, la advertencia de Cristo debe ampliarse a toda la Biblia. En Deuteronomio 4:2 Moisés advirtió: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno". En Deuteronomio 12:32 añadió: "Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás". Proverbios 30:5-6 advierte: "Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en Él esperan. No añadas a Sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso". Por lo tanto, la prohibición de alterar el Apocalipsis, por implicación se extiende a toda la Biblia. Como Apocalipsis describe toda la historia desde el fin de la era apostólica hasta el estado eterno, cualquier alteración que sufra sería una alteración de la Biblia, como observa Robert L. Thomas:
Las porciones proféticas se extienden desde la época en que vivía Juan hasta el estado eterno. Cualquier tipo de expresión profética invadiría el dominio de lo que ellas abarcan y constituiría una adición o una sustracción del contenido de Apocalipsis. De modo que el último libro de la Biblia es también el producto conclusivo de la profecía del Nuevo Testamento. También marca el cierre del canon neo testamentario, ya que el don profético fue el medio divinamente escogido para comunicar los libros inspirados del canon. (Revelation 8-22: An Exegetical Commentary [Apocalipsis 8-22: Un comentario exegético] [Chicago: Moody, 1995], 517)
El canon bíblico se cerró a fines del primer siglo, cuando se terminó Apocalipsis. Por lo tanto, cualquier falso profeta, embustero o charlatán que le añadiere presuntas nuevas revelaciones (como hicieron los montanistas en la iglesia primitiva y José Smith, Mary Baker Eddy y otros falsos profetas han hecho en épocas recientes) enfrentarán la venganza divina. Dios traerá sobre esas personas las plagas que están escritas en el libro de Apocalipsis. El juicio de Dios será igualmente severo sobre alguno que quitare de las palabras de la Biblia (como hizo el hereje Marción en la iglesia primitiva y como han hecho altos críticos liberales en los tiempos modernos); Dios quitará su parte del libro de la vida y de la santa ciudad. Ambas advertencias contienen un juego de palabras. A los que añaden a las Escrituras, se les añadirán plagas; a los que quitan de las Escrituras, se les quitarán las bendiciones del cielo.
Ningún verdadero creyente adulteraría deliberadamente las Escrituras. Los que conocen y aman a Dios tratarán Su Palabra con sumo respeto. Dirán con el salmista: "Oh, cuánto amo yo Tu ley!" (Sal. 119:97; cp. Sal. 119:113, 163, 167; Jn. 14:23); y "yo en Tu ley me he regocijado" (Sal. 119:70; cp. Sal. 1:2; 119:77, 92, 174). Esto no significa, por supuesto, que los creyentes nunca cometan errores en juicios o que por error interpreten las Escrituras incorrectamente o de manera inadecuada. La advertencia del Señor aquí está dirigida a los que se vinculan en deliberada falsificación o mala interpretación de la Biblia, aquellos a quienes Pablo denuncia como falsificadores de la Palabra de Dios (2 Co. 2:17).
(Apocalipsis 22)
Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. (Apocalipsis 22:18-19)
Es de gran importancia que la Biblia termine con una confirmación de su veracidad. Como las palabras de la Biblia son "fieles y verdaderas" (22:6), no deben sellarse, sino proclamarse (22:10). Se debe llamar a los pecadores a responder a la advertencia de la Palabra del Dios viviente o sufrir las consecuencias. Todas las profecías de Apocalipsis con relación a la condenación de los pecadores se harán realidad. Esta aterradora certeza debe conducir a las personas a Jesucristo para que puedan escapar de la ira venidera (1 Ts. 1:10).
El que habla y testifica de la autoridad y carácter definitivo de las palabras de la profecía de este libro es nada menos que el Señor Jesucristo (cp. v. 20). Su solemne advertencia contra la adulteración de las Escrituras es, ante todo, con relación a la profecía del libro de Apocalipsis (cp. 1:3). Su severa reprensión a Jezabel y sus seguidores (2:20-23), a los que han aceptado "las profundidades de Satanás" (2:24) y a los de la "sinagoga de Satanás" (3:9) los habrían incitado a atacarla. A través de los siglos ha habido otros que han atacado el Apocalipsis y lo han interpretado mal. Pero a la luz de repetidas advertencias contra la alteración de la Palabra de Dios, la advertencia de Cristo debe ampliarse a toda la Biblia. En Deuteronomio 4:2 Moisés advirtió: "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno". En Deuteronomio 12:32 añadió: "Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás". Proverbios 30:5-6 advierte: "Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en Él esperan. No añadas a Sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso". Por lo tanto, la prohibición de alterar el Apocalipsis, por implicación se extiende a toda la Biblia. Como Apocalipsis describe toda la historia desde el fin de la era apostólica hasta el estado eterno, cualquier alteración que sufra sería una alteración de la Biblia, como observa Robert L. Thomas:
Las porciones proféticas se extienden desde la época en que vivía Juan hasta el estado eterno. Cualquier tipo de expresión profética invadiría el dominio de lo que ellas abarcan y constituiría una adición o una sustracción del contenido de Apocalipsis. De modo que el último libro de la Biblia es también el producto conclusivo de la profecía del Nuevo Testamento. También marca el cierre del canon neo testamentario, ya que el don profético fue el medio divinamente escogido para comunicar los libros inspirados del canon. (Revelation 8-22: An Exegetical Commentary [Apocalipsis 8-22: Un comentario exegético] [Chicago: Moody, 1995], 517)
El canon bíblico se cerró a fines del primer siglo, cuando se terminó Apocalipsis. Por lo tanto, cualquier falso profeta, embustero o charlatán que le añadiere presuntas nuevas revelaciones (como hicieron los montanistas en la iglesia primitiva y José Smith, Mary Baker Eddy y otros falsos profetas han hecho en épocas recientes) enfrentarán la venganza divina. Dios traerá sobre esas personas las plagas que están escritas en el libro de Apocalipsis. El juicio de Dios será igualmente severo sobre alguno que quitare de las palabras de la Biblia (como hizo el hereje Marción en la iglesia primitiva y como han hecho altos críticos liberales en los tiempos modernos); Dios quitará su parte del libro de la vida y de la santa ciudad. Ambas advertencias contienen un juego de palabras. A los que añaden a las Escrituras, se les añadirán plagas; a los que quitan de las Escrituras, se les quitarán las bendiciones del cielo.
Ningún verdadero creyente adulteraría deliberadamente las Escrituras. Los que conocen y aman a Dios tratarán Su Palabra con sumo respeto. Dirán con el salmista: "Oh, cuánto amo yo Tu ley!" (Sal. 119:97; cp. Sal. 119:113, 163, 167; Jn. 14:23); y "yo en Tu ley me he regocijado" (Sal. 119:70; cp. Sal. 1:2; 119:77, 92, 174). Esto no significa, por supuesto, que los creyentes nunca cometan errores en juicios o que por error interpreten las Escrituras incorrectamente o de manera inadecuada. La advertencia del Señor aquí está dirigida a los que se vinculan en deliberada falsificación o mala interpretación de la Biblia, aquellos a quienes Pablo denuncia como falsificadores de la Palabra de Dios (2 Co. 2:17).
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