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Preguntas al Pastor Jhon MacArthur. La elección.
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Porque a los que antes conoció, (8:29a)
La redención empezó con la presciencia de Dios. Un creyente primero que todo es una persona a la cual Dios antes conoció. La salvación no es iniciada por decisión de una persona de recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Las Escrituras enseñan con claridad que la fe y el arrepentimiento son esenciales para la salvación y constituyen el primer paso que nosotros damos en respuesta a Dios; pero la fe y el arrepentimiento no son lo que inician la salvación. Puesto que Pablo está representando aquí el plan de salvación desde la perspectiva de Dios, la fe ni siquiera se menciona en estos dos versículos.
En Su omnisciencia, Dios ciertamente está en capacidad de ver el fin de la historia y mucho más allá, así como de conocer por adelantado hasta los detalles mínimos de los acontecimientos más insignificantes. No obstante, es al mismo tiempo ilógico y no bíblico alegar a partir de esa verdad que el Señor simplemente tuvo que adelantarse para ver quiénes estarían dispuestos a creer en Él para proceder entonces a escoger para salvación a esos individuos en particular. Si eso fuera cierto, la salvación no solamente empezaría con la fe del hombre, sino que además Dios estaría en la obligación de concederla. En tal esquema, la iniciativa de Dios quedaría eliminada y Su gracia estaría viciada.
Esa idea también genera preguntas tales como: "¿Por qué Dios crea a los incrédulos si Él sabe por anticipado que ellos le van a rechazar?", y: "¿Por qué Él no crea a creyentes únicamente?" Otra pregunta imposible de responder sería: "Si Dios basara la salvación sobre Su conocimiento anticipado de quienes habrían de creer, ¿De dónde provino la fe de ellos para salvación?" No podría surgir de sus naturalezas caídas, porque la persona natural y pecadora está en enemistad contra Dios (Ro. 5:10; 8:7; Ef. 2:3; Col. 1:21). No existe absolutamente nada en la naturaleza carnal del hombre que le instigue a confiar en el Dios contra el cual se está rebelando. La persona no salva está ciega y muerta a las cosas de Dios. No cuenta con fuente alguna dentro de sí para tener fe salvadora. "El hombre natural no percibe las casas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Co. 2:14). "El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co. 4:4).
La redención empezó con la presciencia de Dios. Un creyente primero que todo es una persona a la cual Dios antes conoció. La salvación no es iniciada por decisión de una persona de recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Las Escrituras enseñan con claridad que la fe y el arrepentimiento son esenciales para la salvación y constituyen el primer paso que nosotros damos en respuesta a Dios; pero la fe y el arrepentimiento no son lo que inician la salvación. Puesto que Pablo está representando aquí el plan de salvación desde la perspectiva de Dios, la fe ni siquiera se menciona en estos dos versículos.
En Su omnisciencia, Dios ciertamente está en capacidad de ver el fin de la historia y mucho más allá, así como de conocer por adelantado hasta los detalles mínimos de los acontecimientos más insignificantes. No obstante, es al mismo tiempo ilógico y no bíblico alegar a partir de esa verdad que el Señor simplemente tuvo que adelantarse para ver quiénes estarían dispuestos a creer en Él para proceder entonces a escoger para salvación a esos individuos en particular. Si eso fuera cierto, la salvación no solamente empezaría con la fe del hombre, sino que además Dios estaría en la obligación de concederla. En tal esquema, la iniciativa de Dios quedaría eliminada y Su gracia estaría viciada.
Esa idea también genera preguntas tales como: "¿Por qué Dios crea a los incrédulos si Él sabe por anticipado que ellos le van a rechazar?", y: "¿Por qué Él no crea a creyentes únicamente?" Otra pregunta imposible de responder sería: "Si Dios basara la salvación sobre Su conocimiento anticipado de quienes habrían de creer, ¿De dónde provino la fe de ellos para salvación?" No podría surgir de sus naturalezas caídas, porque la persona natural y pecadora está en enemistad contra Dios (Ro. 5:10; 8:7; Ef. 2:3; Col. 1:21). No existe absolutamente nada en la naturaleza carnal del hombre que le instigue a confiar en el Dios contra el cual se está rebelando. La persona no salva está ciega y muerta a las cosas de Dios. No cuenta con fuente alguna dentro de sí para tener fe salvadora. "El hombre natural no percibe las casas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Co. 2:14). "El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co. 4:4).