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PORQUE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ES MAS IMPORTANTE QUE EL COCIENTE INTELECTUAL. PARTE 1
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Cuando finalicé este libro leí algunos artículos impresionantes del periódico que llamaron
poderosamente mi atención. Uno de ellos señalaba que las armas se habían convertido en la principal causa de muerte en los Estados Unidos, desplazando al número de víctimas mortales por accidente de automóvil. La segunda afirmaba que, en el último año, la tasa de asesinatos creció un 39%.
Especialmente inquietante me resultó la predicción realizada -en el segundo artículo por un criminólogo, de que nos hallamos en una especie de calma previa a la «tormenta de crímenes» que nos aguarda en la próxima década. La razón que aduce para justificar tan espantoso pronóstico descansa en el hecho de que está creciendo el índice de asesinatos cometidos por jóvenes de catorce y quince años, lo cual
constituye una especie de un bomba de relojería. En la próxima década, este grupo tendrá entre
dieciocho y veinticuatro años de edad, la edad clave de los crímenes más violentos de una carrera delictiva.
Estos augurios comienzan ya a vislumbrarse en nuestro horizonte porque, según dice un tercer artículo, entre los años y 1992, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos registró un aumento del 68% en el número de jóvenes acusados de asesinato, robo, asalto con premeditación un apartado que, por sí sólo, aumentó un 80% y violación. Estos adolescentes constituyen la primera generación que no sólo tiene acceso a pistolas sino también a todo tipo de armas automáticas, del mismo modo que la generación de sus padres fue la primera en poder acceder a las drogas. Esta difusión de las armas entre los adolescentes supone que los desacuerdos que antiguamente se hubieran resuelto a puñetazos,
ahora pueden terminar fácilmente en un tiroteo. Y, como concluye otro experto, estos adolescentes «no son precisamente especialistas en evitar disputas
poderosamente mi atención. Uno de ellos señalaba que las armas se habían convertido en la principal causa de muerte en los Estados Unidos, desplazando al número de víctimas mortales por accidente de automóvil. La segunda afirmaba que, en el último año, la tasa de asesinatos creció un 39%.
Especialmente inquietante me resultó la predicción realizada -en el segundo artículo por un criminólogo, de que nos hallamos en una especie de calma previa a la «tormenta de crímenes» que nos aguarda en la próxima década. La razón que aduce para justificar tan espantoso pronóstico descansa en el hecho de que está creciendo el índice de asesinatos cometidos por jóvenes de catorce y quince años, lo cual
constituye una especie de un bomba de relojería. En la próxima década, este grupo tendrá entre
dieciocho y veinticuatro años de edad, la edad clave de los crímenes más violentos de una carrera delictiva.
Estos augurios comienzan ya a vislumbrarse en nuestro horizonte porque, según dice un tercer artículo, entre los años y 1992, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos registró un aumento del 68% en el número de jóvenes acusados de asesinato, robo, asalto con premeditación un apartado que, por sí sólo, aumentó un 80% y violación. Estos adolescentes constituyen la primera generación que no sólo tiene acceso a pistolas sino también a todo tipo de armas automáticas, del mismo modo que la generación de sus padres fue la primera en poder acceder a las drogas. Esta difusión de las armas entre los adolescentes supone que los desacuerdos que antiguamente se hubieran resuelto a puñetazos,
ahora pueden terminar fácilmente en un tiroteo. Y, como concluye otro experto, estos adolescentes «no son precisamente especialistas en evitar disputas