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Granujas a todo ritmo - The Blues Brothers - Escena saltando el puente
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Tras pasar años en la cárcel por robo a mano armada, Jake Blues es puesto en libertad por buen comportamiento. Sale de prisión vestido de la misma forma en la que entró: traje y sombrero negro y gafas oscuras. Vestido de idéntica manera, lo espera en la puerta de la prisión su hermano Elwood, que lo informa de que el orfanato de Santa Elena, el único hogar que conocieron, corre el peligro de desaparecer por razones económicas. Sin dudarlo ni un momento los hermanos se ponen manos a la obra.
La historia de ‘Granujas a todo ritmo’ —el “traductor” de títulos de películas en nuestro país algún día pagará por todos sus pecados— es muy sencilla. Jake Blues (John Belsuhi) acaba de salir de la cárcel, y su hermano Ellwood (Dan Aykroyd) va a buscarlo. En su encuentro con la monja que cuidó de ellos en un orfanato, descubren que van a ser desahuciados, así que ambos idearán el plan más loco: reunir de nuevo a los Blues Brothers para recaudar el dinero necesario y salvar así el orfanato.
No hay más. Incluso el apunte de una Iglesia pagando los impuestos de esa forma tiene un punto imposible, al menos en la época en la que se filmó el film. No importa. Landis juega todo el rato con el humor absurdo, con los imposibles. Llega con presenciar todas las apariciones de Carrie Fisher, que da vida a una ex de Jake, con la que Landis viola todas las reglas de lo creíble, con fines puramente humorísticos. La vieja comedia de los hermanos Marx, e incluso del cine mudo, es evocada a ritmo de blues.
El film está planteado precisamente como si de un gran tema musical se tratase, uno de esos clásicos medley que suelen hacerse. Una intro para presentar a los personajes, con los que uno empatiza al instante por la divertida irreverencia que les caracteriza, también por la entrega absoluta de dos actores compenetrados hasta la médula. Varios temas universales mientras reúnen a la banda y se ganan enemigos por el camino, y un solo final espectacular, traducido en un concierto seguido de una persecución/destrucción de coches.
La historia de ‘Granujas a todo ritmo’ —el “traductor” de títulos de películas en nuestro país algún día pagará por todos sus pecados— es muy sencilla. Jake Blues (John Belsuhi) acaba de salir de la cárcel, y su hermano Ellwood (Dan Aykroyd) va a buscarlo. En su encuentro con la monja que cuidó de ellos en un orfanato, descubren que van a ser desahuciados, así que ambos idearán el plan más loco: reunir de nuevo a los Blues Brothers para recaudar el dinero necesario y salvar así el orfanato.
No hay más. Incluso el apunte de una Iglesia pagando los impuestos de esa forma tiene un punto imposible, al menos en la época en la que se filmó el film. No importa. Landis juega todo el rato con el humor absurdo, con los imposibles. Llega con presenciar todas las apariciones de Carrie Fisher, que da vida a una ex de Jake, con la que Landis viola todas las reglas de lo creíble, con fines puramente humorísticos. La vieja comedia de los hermanos Marx, e incluso del cine mudo, es evocada a ritmo de blues.
El film está planteado precisamente como si de un gran tema musical se tratase, uno de esos clásicos medley que suelen hacerse. Una intro para presentar a los personajes, con los que uno empatiza al instante por la divertida irreverencia que les caracteriza, también por la entrega absoluta de dos actores compenetrados hasta la médula. Varios temas universales mientras reúnen a la banda y se ganan enemigos por el camino, y un solo final espectacular, traducido en un concierto seguido de una persecución/destrucción de coches.
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