Filosofía de la Ciencia del Cambio Climático ( Dr. Madrid , Carlos : Oviedo , Marzo 2022 )

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El objetivo de esta lección es mostrar las cuestiones filosóficas a que se enfrentan los científicos del cambio climático, y que tienen que ver con ideas gnoseológicas, ontológicas, políticas y axiológicas que desbordan el marco de los conceptos climáticos, meteorológicos, físicos, matemáticos, geológicos, biológicos o económicos que manejan.

Así, comenzaremos señalando que pese a la pregnancia –sobre todo en inglés– del rótulo “ciencia del cambio climático” (“science of climate change”) no existe una única ciencia que se ocupe en exclusiva del cambio climático, sino que se trata más bien de una pluralidad de ciencias (climatología, meteorología, física, química, estadística, computación, geología, oceanografía, ecología, economía, &c.) posicionada ante un problema poliédrico, con múltiples caras.

1. A continuación, nos adentramos en la parte gnoseológica de la exposición. Antes de exponer el consenso de la comunidad científica sobre el calentamiento global antropogénico conforme al Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC), que ha comenzado a ver la luz en 2021 y se completará a lo largo de 2022, introducimos la cuestión de cómo definir el clima. Después, apuntamos cómo la detección y la atribución del cambio climático dependen indispensablemente del uso de modelos estadísticos y dinámicos, tanto de modelos de los datos (de cómo se modelan las observaciones) como de modelos teóricos (de cómo se construyen los modelos globales para reproducir las observaciones y hacer predicciones). En una suerte de circularismo, los modelos hacen los datos y los datos hacen los modelos. Pero ni los datos ni los modelos están libres de incertidumbres.

De este modo, analizamos primeramente las dificultades que suscita el concepto de temperatura media global, y recogemos una primera fuente de incertidumbre: la incertidumbre en los valores de las series instrumentales que van, aproximadamente, de 1880 al presente. Además, al tiempo que estudiamos las variaciones de la temperatura global en el pasado (del holoceno al remoto eoceno), examinamos la incertidumbre en los valores asociados a datos proxy o indirectos.

Después de estudiar la detección del cambio climático en el presente y en el pasado, discutimos su atribución. Reconstruimos la estimación de los forzamientos radiativos y, en especial, del forzamiento debido a gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono. Tras describir la construcción de los modelos climáticos globales, explicamos cómo se usan para establecer que la acción del hombre está detrás del calentamiento global observado: sólo cuando los modelos se dejan correr actuando forzamientos naturales y antrópicos –ponderados de cierta manera– se reproduce el reciente incremento de la temperatura global. Pero el grado de verdad de este teorema fundamental, de esta identidad sintética en que confluyen la serie observada y la serie modelizada, descansa más en una evidencia estadística que en una inferencia causal, dado el conocimiento incompleto de todos los mecanismos de interacción, de todas las armaduras materiales (por ejemplo, de los aerosoles). Mientras que en física o química tenemos aparatos, contextos determinantes que cierran o acotan en su interior los fenómenos bajo estudio, siendo factibles la manipulación, el control y la reproducción, el sistema climático global desborda el marco de cualquier dispositivo experimental, por lo que –como el propio AR5 reconocía– los modelos y las simulaciones sustituyen a los aparatos y los experimentos.

Después, consideramos los problemas relacionados con la predicción del clima futuro de la Tierra, deteniéndonos, en particular, en el caos determinista y la cuestión de cómo asignar probabilidades a los ensembles de modelos. Para intentar controlar la sensibilidad a las condiciones iniciales (efecto mariposa) y a la estructura del modelo (esto es, a las condiciones de contorno y las parametrizaciones, el llamado en ocasiones efecto polilla), los científicos emplean conjuntos (ensembles) de modelos con múltiples condiciones iniciales para predecir el clima futuro. Pero que 27 de los 30 modelos globales predigan cierto resultado relacionado con la evolución de la temperatura global o de otra variable climática no puede confundirse con que la probabilidad de ocurrencia de ese resultado sea 27/30 = 0,9 porque el conjunto de modelos no constituye una muestra aleatoria simple extraída de un hipotético espacio con todas las estructuras modélicas posibles (lo que al menos permitiría hablar de un 90% de confianza), dado que tanto las diferentes simulaciones con que contribuye cada modelo como los diferentes modelos globales no son independientes entre sí. A nuestro entender, la independencia entre modelos es una meta a perseguir más importante que la robustez o convergencia en sus predicciones ( sigue resumen ab infra ) .
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Gran trabajo y sorprendentemente baja difusión. Políticamente incorrecta.

manuo
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Bienvenidos al Canal Maravilloso ! ( dispongo, en formato PDF, de las proyecciones usadas : no duden en dejar e-mail y se las enviaré en el instante en el que mis obligaciones me lo permitan ) Saludos cordiales ! _ Prosigue resumen de la lección del Dr. Madrid : De hecho, desde 2001 el IPCC prefiere usar el rótulo proyección al de predicción para referirse a los resultados de las simulaciones, ya que cada simulación depende, además, de una serie de supuestos que definen lo que se llama un escenario, relativo a cómo van a evolucionar las emisiones de gases de efecto invernadero en función de la economía o la población mundial (como novedad, la Sexta Fase del Proyecto de Intercomparación de Modelos Acoplados o CMIP6 incluye la actividad volcánica y la irradiación solar como factores que también condicionan los escenarios).

Asimismo, dentro de la parte gnoseológica, examinamos el realismo que cabe atribuir a los modelos globales en relación con la delicada cuestión de su calibración. A pesar de que el modelo reproduzca las tendencias observadas entre 1880 y hoy, puede que no reconstruya correctamente la dinámica del clima, porque el éxito en la reproducción puede deberse al ajuste ad hoc de los parámetros del modelo, puesto que los datos climáticos del siglo XX son usados tanto para calibrar el modelo como para confirmarlo, en lo que parece un ejercicio de doble contabilidad. De resultas, el IPCC prefiere hablar antes de la evaluación de los modelos disponibles (de su comparación entre sí) que de su validación, verificación o falsación (con respecto a la realidad), pues los modelos no se someten a duras contrastaciones empíricas, sino que se parchean rutinariamente. El último informe del IPCC, el AR6, habla de que los modelos son, simplemente, adecuados para ciertos propósitos, haciéndose eco de la terminología de algunos filósofos anglosajones de la ciencia. Estamos ante una ciencia de modelos, antes teórica y observacional que práctica y experimental (en el sentido de más parecida a la cosmología que a la química o la física del estado sólido); porque una simulación, mal que pese, no es un verdadero experimento.

En resumidas cuentas, los modelos indican que el calentamiento global no puede explicarse sólo por factores naturales, siendo los gases de efecto invernadero de origen antrópico la causa dominante del cambio climático; pero los datos y los modelos arrastran diversas incertidumbres que cabe distinguir: una incertidumbre de valores (con respecto a las series instrumentales y los datos proxy), una incertidumbre estructural (relativa a la especificación en el seno del modelo de los acoplamientos, los forzamientos radiativos o las parametrizaciones) y una incertidumbre temporal (ligada a la presencia del caos determinista y a la dependencia de las proyecciones de los escenarios considerados).

2. En la parte ontológica, nos planteamos el estatuto de sistemas como el clima local y, en especial, el clima global, una noción aceptada por la Organización Meteorológica Mundial (WMO) en 1975. A nuestro juicio, no se trata de un descubrimiento pero tampoco de un invento, sino –desde las coordenadas de la teoría del cierre categorial– de un “descubrimiento constitutivo”, de una hiperrealidad (de hiperobjeto hablan algunos filósofos anglosajones). Salvo que presupongamos una ciencia de visión divina, el sistema climático global no estaba ahí, esperando a ser descubierto por el hombre, porque su constitución como tal sistema depende de las ciencias. En efecto, en la Tierra no hay un único clima sino una pluralidad, un mosaico de climas muy diferentes, de igual manera que no hay un único cambio climático que afecte a todas las regiones del planeta por igual. Son los científicos los que, mediante la construcción de una red meteorológica mundial de estaciones, boyas y satélites orbitando alrededor de la esfera terrestre, así como mediante el diseño de una jerarquía de modelos climáticos con cada vez más acoplamientos, nos han puesto ante esa nueva realidad interconectada que denominamos clima global. Ciertamente, las operaciones científicas se neutralizan a posteriori, pero no se segregan como si nunca hubieran existido por la escala antrópica, presente por ejemplo en las estadísticas meteorológicas que definen el clima, pues la lluvia que es un calabobos para un hombre es un diluvio para una hormiga. Otro animal con órganos, aparatos e instituciones distintas a las del hombre, es decir, otro ego trascendental, organizaría y recortaría el mundo entorno de un modo no necesariamente idéntico.

Además, en relación con la ontología, ponemos de relieve la presencia del mito de la Naturaleza en la filosofía espontánea de muchos científicos del clima, ecologistas, activistas y políticos. Una idea monista de Naturaleza, como madre (o madrastra) que todo lo envuelve, cuyo correlato es otra idea monista de Cultura, apoyándose ambas en la metafísica distinción natural/artificial (presente, por ejemplo, en la diferenciación entre forzamientos naturales y antrópicos). Pero el sistema climático –como el sistema solar o el sistema periódico de elementos químicos– no es un “sistema natural” porque posee fuertes componentes artificiales, determinantes para su constitución (sin que por ello sea un “sistema artificial”).

3. Finalmente, en la parte política, analizamos la cuestión del cambio climático desde la óptica de la dialéctica de Estados.

Tras dejar constancia de los pavores ecológicos presentes en los medios de comunicación de masas –la alarma o catástrofe climática–, esbozamos la historia que conduce a la creación del IPCC de la ONU en 1988 y los acuerdos de Kioto en 1997 o París en 2015 (este último parcialmente reimpulsado en la reciente Vigesimosexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático o COP26 celebrada en Glasgow en noviembre de 2021).

Pareciera que si los Estados redujeran drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y transitaran urgentemente de combustibles fósiles a energías renovables (solar y eólica), el cambio climático se detendría. Pero no es tan sencillo. La mayoría de la comunidad científica implicada está de acuerdo en que las temperaturas se han incrementado y en que los gases de efecto invernadero de origen antrópico contribuyen al calentamiento, pero no lo está tanto en la fracción exacta del calentamiento que responde a la acción humana, en cuánto se calentará el planeta para finales de siglo (como consecuencia de la incertidumbre a la hora de estimar la sensibilidad climática) y, sobre todo, en cómo atajar el cambio climático.

Primeramente, porque la reducción de las emisiones que se propone sólo mitigaría el calentamiento global a largo plazo en una cantidad no especialmente significativa (actualmente se busca no sobrepasar los 2º C de calentamiento para 2100). El AR6 reconoce que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero enfriaría el planeta en no muchos años, aunque la temperatura global permanecería elevada a finales de siglo (en el mejor escenario, el más optimista, la temperatura global estaría en torno a los 1, 4º C para 2100, cuando actualmente está en los 1, 09º C respecto a 1850-1900). Pero revertir otros cambios –relacionados con el nivel del mar, los océanos o la cobertura de hielo– llevaría siglos o, incluso, milenios. Quizá por esto, para paliar cierto derrotismo, el AR6 incide en la posibilidad de sucesos climáticos extremos de baja probabilidad pero alto impacto que habría que evitar. No obstante, prepararse como si el peor escenario, el más pesimista, fuera el esperable no resulta racional, si su probabilidad es extremadamente baja o no bien conocida.

Y, en segundo lugar, porque no son pocos los Estados que estiman que el coste económico que comportan estas políticas supera con creces el riesgo de no hacer nada o de adaptarse. Dentro de este contexto, analizamos los planes y programas de China, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Alemania, Francia y España en relación al mercado de derechos de emisión, el uso del carbón o la llamada nuclear verde.

El cambio climático constituye, en suma, un embrollo poliédrico, con temas y problemas abiertos, y en el que gnoseología, ontología y política resultan disociables pero inseparables.

Carlos M. Madrid Casado (Madrid, 1980). Investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Licenciado en Matemáticas y Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, donde ha ejercido de profesor de Estadística.

Sobre el presente tema Carlos Madrid ha publicado:

«Filosofía de la Ciencia del Cambio Climático: modelos, problemas e incertidumbres», Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia 20/41, 2020, págs. 201-234.

«Caos e incertidumbre en los modelos climáticos», Claves de Razón Práctica 268, 2020, págs. 32-39.

La mariposa y el tornado. Teoría del Caos y Cambio Climático, RBA y National Geographic, Barcelona, 2011 [traducido al inglés, francés, alemán, ruso, italiano, polaco, checo, húngaro y holandés].

«Filosofía, Economía y Cambio Climático», El Catoblepas 98, 2010, pág. 15.

«Las Matemáticas del Cambio Climático», Encuentros Multidisciplinares IX/26, 2007, págs. 2-14 [reeditado en 2016 como fascículo 15 de la colección Ciencia al Viento editada por la Universidad Nacional de Colombia].


Carlos Madrid Casado, Filosofía de la Ciencia del Cambio Climático (2h 56m) :

Oviedo, 14 de marzo de 2022 .

dr.sanbrunodelacruzlisardo.
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Soy Físico y (salvo docencia) no me dedico a nada que afecte en lo inmediato a la sociedad, eso me permite no tener apuro en afirmar nada de forma contundente. La ciencia lleva tiempo para madurarse y cocinarse: debates, revisiones, recolección de evidencias y datos, procesamientos, repetidas iteraciones, etc. Hay discusiones que le han llevado siglos a la humanidad y cuya síntesis ahora podemos dar como "ciencia sabida" con bastante confianza. Pero es como que no se respetan los tiempos naturales de la ciencia cuando hablan del cambio climático y hay quienes advierten que si no se hace algo ya mismo está la humanidad condenada y que hay que exigirle a los gobiernos que tomen mediadas ahora... Se siente que si uno es demasiado puntilloso y le da mucha vuelta al asunto puede estar corriendo un riesgo enorme. Creo que lo que más me incomoda de todo el asunto del cambio climático no es el cambio climático en sí sino el apuro en definirse al respecto. Y aunque yo no estoy especializado ni metido en el tema de la climatología o cambio climático muchas veces siento esa presión, por que se espera que los científicos digan que la ciencia ya puede asegurar ciertas cosas al respecto y que quienes no las respalden y obren en consecuencia son "negacionistas". Al final esto me hace acordar a una apuesta que hacía Pascal donde concluía que había que creer en Dios por las dudas, no fuera a ser que uno se condenara al infierno por no estar seguro si tenía elementos suficientes para ser creyente.

fisicaoalgoporelestilo
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Cocinan los datos como en las encuestas políticas ...

bellarminamatildabrahe