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Casi Poemas, Casi Zen (video 3)

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El título de este trabajo apunta a esa casi unión que se produce entre Zen y Poesía; ambas artes se manifiestan desde lo más profundo del Ser e intentan poner en palabras lo que está detrás del mundo de las formas.
El Zen es una práctica de meditación y sabiduría que busca la iluminación a través de la experiencia directa, libre de conceptualización. En el Zen, la verdad no se encuentra en los pensamientos o palabras, sino en el momento presente. Su esencia reside en la simplicidad, el desapego y la atención plena, donde se abandona el ego y se establece una profunda conexión con la naturaleza y el ser. El Zen es vivir sin artificios, en armonía con el fluir natural del universo.
1. "Caen pétalos en mi rostro. El rosado de la tarde perfuma el camino de las hormigas."
Este poema capta la esencia del Zen en la observación de lo efímero y lo pequeño. Los pétalos, símbolo de la impermanencia, acarician el rostro del yo poético, registrando la conexión entre lo humano y la naturaleza. El "rosado de la tarde" evoca un momento de transición, cargado de sutileza, mientras que el "camino de las hormigas" destaca la importancia de lo diminuto y perseverante. Este verso invita a contemplar la belleza de lo transitorio y lo minúsculo.
2. "Dejé de combatir con las sombras. Un grillo me recordó el reposo de la noche."
Este poema refleja un principio fundamental del Zen: la aceptación en lugar de la lucha. Las sombras, que pueden simbolizar miedos o pensamientos oscuros, pierden su poder cuando dejamos de oponernos a ellas. El canto del grillo, sencillo y natural, representa la sabiduría de la noche, un tiempo para la introspección y la calma. Este verso enseña que la verdadera paz se encuentra al rendirse al flujo de la vida, en lugar de resistirlo.
3. "Mientras reluce el alba, escarbo en el rocío algún resto de luna; era blanca."
Este poema combina la luz del amanecer con los vestigios de la noche, mostrando la interconexión de los ciclos naturales. En el Zen, buscar "algún resto de luna" simboliza una mirada contemplativa, que aprecia tanto lo que termina como lo que comienza. La luna blanca, pura y serena, es una imagen de claridad espiritual. Este invita poema a encontrar la belleza en los momentos de transición, donde coexisten lo viejo y lo nuevo.
4. "El mayor combate se llama 'a solas'."
Este poema aborda el desafío del autoconocimiento, un tema central en el Zen. Estar "a solas" implica enfrentarse al silencio y a la propia mente, sin distracciones externas. En el Zen, este es el terreno donde se libran las batallas más profundas: con el ego, las ilusiones y los apegos. Este verso subraya que el camino hacia la iluminación requiere valentía para mirar hacia adentro, abrazando tanto la luz como la sombra del ser.
5. "Los leños arden. Contemplo en el olvido mi rostro en cenizas."
Este poema evoca la impermanencia y la transformación, conceptos fundamentales en el Zen. Los "leños" que arden representan la vida, consumiéndose en el fuego del tiempo. El "rostro en cenizas" simboliza el desapego del yo, recordando que la identidad es transitoria. Contemplar el proceso sin resistencia es un acto de aceptación profunda, que permite encontrar la paz incluso en el olvido de uno mismo.
6. "Deslizo los dedos. Es fría la muerte pendiendo del filo de la luna."
Este verso combina la sensibilidad táctil con una imagen poderosa de la muerte. El frío y el filo evocan la fugacidad y la inevitable realidad de la vida. La luna, asociada con el cambio y lo inalcanzable, añade una dimensión de misterio. En el Zen, esta contemplación de la muerte no es mórbida, sino un recordatorio de vivir plenamente en el presente, con conciencia de lo efímero.
7. "Dibujó grullas mi katana frente al mar."
Este poema une la fuerza de la katana con la delicadeza de las grullas, símbolo de longevidad y paz en la tradición japonesa. El acto de "dibujar" sugiere que incluso la acción más intensa puede ser un arte si se realiza con conciencia plena. Frente al mar, un símbolo de lo vasto y lo eterno, la katana y las grullas se armonizan, mostrando que la dualidad entre fuerza y belleza se disuelve en el Zen.
Estos poemas zen exploran temas fundamentales como la impermanencia, la conexión con la naturaleza, el autoconocimiento y la aceptación de la vida tal como es. A través de imágenes sencillas y potentes, capturan la esencia de lo efímero y la profundidad del presente.
El Zen es una práctica de meditación y sabiduría que busca la iluminación a través de la experiencia directa, libre de conceptualización. En el Zen, la verdad no se encuentra en los pensamientos o palabras, sino en el momento presente. Su esencia reside en la simplicidad, el desapego y la atención plena, donde se abandona el ego y se establece una profunda conexión con la naturaleza y el ser. El Zen es vivir sin artificios, en armonía con el fluir natural del universo.
1. "Caen pétalos en mi rostro. El rosado de la tarde perfuma el camino de las hormigas."
Este poema capta la esencia del Zen en la observación de lo efímero y lo pequeño. Los pétalos, símbolo de la impermanencia, acarician el rostro del yo poético, registrando la conexión entre lo humano y la naturaleza. El "rosado de la tarde" evoca un momento de transición, cargado de sutileza, mientras que el "camino de las hormigas" destaca la importancia de lo diminuto y perseverante. Este verso invita a contemplar la belleza de lo transitorio y lo minúsculo.
2. "Dejé de combatir con las sombras. Un grillo me recordó el reposo de la noche."
Este poema refleja un principio fundamental del Zen: la aceptación en lugar de la lucha. Las sombras, que pueden simbolizar miedos o pensamientos oscuros, pierden su poder cuando dejamos de oponernos a ellas. El canto del grillo, sencillo y natural, representa la sabiduría de la noche, un tiempo para la introspección y la calma. Este verso enseña que la verdadera paz se encuentra al rendirse al flujo de la vida, en lugar de resistirlo.
3. "Mientras reluce el alba, escarbo en el rocío algún resto de luna; era blanca."
Este poema combina la luz del amanecer con los vestigios de la noche, mostrando la interconexión de los ciclos naturales. En el Zen, buscar "algún resto de luna" simboliza una mirada contemplativa, que aprecia tanto lo que termina como lo que comienza. La luna blanca, pura y serena, es una imagen de claridad espiritual. Este invita poema a encontrar la belleza en los momentos de transición, donde coexisten lo viejo y lo nuevo.
4. "El mayor combate se llama 'a solas'."
Este poema aborda el desafío del autoconocimiento, un tema central en el Zen. Estar "a solas" implica enfrentarse al silencio y a la propia mente, sin distracciones externas. En el Zen, este es el terreno donde se libran las batallas más profundas: con el ego, las ilusiones y los apegos. Este verso subraya que el camino hacia la iluminación requiere valentía para mirar hacia adentro, abrazando tanto la luz como la sombra del ser.
5. "Los leños arden. Contemplo en el olvido mi rostro en cenizas."
Este poema evoca la impermanencia y la transformación, conceptos fundamentales en el Zen. Los "leños" que arden representan la vida, consumiéndose en el fuego del tiempo. El "rostro en cenizas" simboliza el desapego del yo, recordando que la identidad es transitoria. Contemplar el proceso sin resistencia es un acto de aceptación profunda, que permite encontrar la paz incluso en el olvido de uno mismo.
6. "Deslizo los dedos. Es fría la muerte pendiendo del filo de la luna."
Este verso combina la sensibilidad táctil con una imagen poderosa de la muerte. El frío y el filo evocan la fugacidad y la inevitable realidad de la vida. La luna, asociada con el cambio y lo inalcanzable, añade una dimensión de misterio. En el Zen, esta contemplación de la muerte no es mórbida, sino un recordatorio de vivir plenamente en el presente, con conciencia de lo efímero.
7. "Dibujó grullas mi katana frente al mar."
Este poema une la fuerza de la katana con la delicadeza de las grullas, símbolo de longevidad y paz en la tradición japonesa. El acto de "dibujar" sugiere que incluso la acción más intensa puede ser un arte si se realiza con conciencia plena. Frente al mar, un símbolo de lo vasto y lo eterno, la katana y las grullas se armonizan, mostrando que la dualidad entre fuerza y belleza se disuelve en el Zen.
Estos poemas zen exploran temas fundamentales como la impermanencia, la conexión con la naturaleza, el autoconocimiento y la aceptación de la vida tal como es. A través de imágenes sencillas y potentes, capturan la esencia de lo efímero y la profundidad del presente.
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