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Jeremías y la caída de Jerusalén: El profeta que vio el fin

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Jeremías y la caída de Jerusalén: El profeta que vio el fin
Guion: Jeremías, conocido como el "profeta llorón", fue enviado por Dios para advertir al pueblo de Judá sobre la inminente caída de Jerusalén. Durante años, proclamó mensajes de arrepentimiento, advirtiendo que si no abandonaban la idolatría y volvían a Dios, la ciudad sería destruida. Pero los líderes y el pueblo no quisieron escucharlo. En su lugar, lo ridiculizaron, lo encarcelaron e ignoraron sus advertencias.
Finalmente, el juicio llegó. El ejército de Babilonia, liderado por el rey Nabucodonosor, sitió Jerusalén. La ciudad fue sometida al hambre, la desesperación y el caos. Los muros fueron derribados, el templo fue saqueado y la ciudad ardiendo en llamas. El lamento de Jeremías se escuchaba, no por la destrucción, sino porque sabía que todo esto podría haberse evitado si el pueblo hubiera escuchado la voz de Dios.
Jeremías vio cómo el pueblo fue llevado al exilio, pero incluso en medio de la destrucción, él proclamó una promesa de restauración. Dios le reveló que después de 70 años en cautiverio, los israelitas regresarían y Jerusalén sería reconstruida. La historia de Jeremías nos recuerda que, aunque el juicio es severo, la misericordia de Dios siempre tiene la última palabra.
Guion: Jeremías, conocido como el "profeta llorón", fue enviado por Dios para advertir al pueblo de Judá sobre la inminente caída de Jerusalén. Durante años, proclamó mensajes de arrepentimiento, advirtiendo que si no abandonaban la idolatría y volvían a Dios, la ciudad sería destruida. Pero los líderes y el pueblo no quisieron escucharlo. En su lugar, lo ridiculizaron, lo encarcelaron e ignoraron sus advertencias.
Finalmente, el juicio llegó. El ejército de Babilonia, liderado por el rey Nabucodonosor, sitió Jerusalén. La ciudad fue sometida al hambre, la desesperación y el caos. Los muros fueron derribados, el templo fue saqueado y la ciudad ardiendo en llamas. El lamento de Jeremías se escuchaba, no por la destrucción, sino porque sabía que todo esto podría haberse evitado si el pueblo hubiera escuchado la voz de Dios.
Jeremías vio cómo el pueblo fue llevado al exilio, pero incluso en medio de la destrucción, él proclamó una promesa de restauración. Dios le reveló que después de 70 años en cautiverio, los israelitas regresarían y Jerusalén sería reconstruida. La historia de Jeremías nos recuerda que, aunque el juicio es severo, la misericordia de Dios siempre tiene la última palabra.
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