Padre Costaguta dice NO AL CIERRE DEL SEMINARIO

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El padre Luis Ricardo Costaguta Jardín párroco de la diócesis de Alicante España se manifiesta en contra sobre la decisión irracional de #monseñorTaussing de cerrar el seminario de santa María madre de Dios de la diócesis de San Rafael Mendoza.

Mons. Aguer a Mons Taussig: «Lamento profundamente lo que ha ocurrido en San Rafael, a causa de un gravísimo error tuyo»

Carta abierta de un laico para los obispos
#monseñortaussig #monseñormazittelli #monseñorcolombo

Al nivel que han llegado las cosas, el único sentimiento que me embarga día y noche es el de desolación y tristeza. No de parte de Cristo, que es el que da fortaleza y esperanza, sino de parte de los que son sus custodios, los mediadores entre Dios y los hombres. La persecución vino de la manera menos pensada: de parte de nuestros sacerdotes, obispos y jerarquía romana. Nunca lo imaginé. Siempre que hay persecuciones ha sido de parte de un emperador pagano, o de un líder autoritario liberal; pero que venga desde “adentro” era algo impensado para mí. Parece que el Cardenal Newman ya lo había visto venir cuando escribió “Agradezco a Dios vivir en una época en la que el enemigo está afuera de la Iglesia y saber en dónde se encuentra y qué se propone. Pero preveo un día cuando el enemigo esté al mismo tiempo dentro y fuera de la Iglesia... Y rezo desde ahora por los pobres fieles que serán víctimas de un fuego cruzado”. Esperemos que siga rezando el Cardenal desde el cielo, porque a cada paso nos sentimos desfallecer.

Si tuviera que contar que es lo apena a mi corazón, no es en realidad el coronavirus ni la perspectiva de muerte que puede llegar a mis seres queridos, son las ilegalidades, las traiciones, las amenazas y las cobardías que han salido a la luz en el interior de la Iglesia. La perspectiva de no poder recibir a Cristo sacramentado en todo el año me aflige profundamente y más todavía lo hace el ver que los obispos ante mi tristeza no muestran más que indiferencia o una sonrisa cínica de la aparente victoria.

En estos meses ha salido a la luz todo lo que antes se hacía con disimulo y discreción. Parece que las leyes del derecho canónico y los documentos de santos papas son palabras muertas ya en sus papeles, porque tenemos obispos omnipotentes que no tienen solo poder legislativo, ejecutivo y judicial, sino que parece pueden darle la espalda a las leyes y la tradición sin que haya nadie que desee hacer cumplir lo escrito. La liturgia, eso que siempre fue tan cuidado y reglado por miedo a distorsiones, es considerado como poco importante ahora, porque cualquier obispo al parecer puede cambiarlo a su antojo. No solo se atribuyen el poder de cambiarlo, sabiendo que es contra la ley que no les da ese poder, sino que lo imponen como obligatorio en sus diócesis, sometiendo a sus sacerdotes a interminables interrogatorios y los amenazan con quitarles el ministerio por no cumplir con su capricho (ilegal) del momento.

Esto no termina acá, ya que, ante una injusticia, uno esperaría que el juez intervenga y haga cumplir las leyes. Sin embargo, todo lo que se escucha es... eso... silencio. Silencio y ¡ay! más ilegalidad, mandando decretos con decisiones que parece no tomaron respondiendo a un conflicto concreto, sino que era algo ya premeditado de hace mucho tiempo y tiene que ver con celos y deseos de eliminación del que piensa distinto por incapacidad de tolerar siquiera su existencia. De los que se decían nuestros pastores... ¡ay! ¿Qué diría Cristo a los que escandalizan y hacen sufrir a su pueblo con su misma autoridad? ¿Qué les responderían me pregunto yo? ¿Lo hicimos por...?

Pobres de esos ciegos pastores, que se dicen defensores de los pobres, los oprimidos, de las minorías... y ¿qué somos nosotros sino esa minoría? Nuestra voz nunca es escuchada, nuestras peticiones escritas con respeto son respondidas con la más cruel frialdad e indiferencia. Somos los echados a un rincón por las autoridades, porque al parecer nosotros toleramos siempre al que quisiera vivir su fe de un modo distinto, pero ustedes no parecen tolerar nuestra existencia, mandando a callar y torturando psicologicamente a los pocos sacerdotes que nos escuchan. Ustedes, señores obispos, no escuchan al pueblo, solo escuchan a los que quieren escuchar, a los que dicen cosas iguales a lo que piensan... ¿y el resto? Hacen como si no existieran, con una total indiferencia o nos ponen etiquetas que simplemente significan: vos solo por creer eso, ya no tenes ni voz en este mundo. Y así hemos vivido muchos años, en las sombras, en el desprecio, aguantando sus “juegos sucios” con paciencia y, lo más irónico, rezando todos los días por ustedes.

Sí, señores obispos, me presento entonces: somos los oprimidos y discriminados dentro de la Iglesia.
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+Señor Jesucristo, Hijo del Padre, manda ahora Tu Espíritu sobre la tierra.
Haz que el Espíritu Santo habite en el corazón de todos los pueblos, para que sean preservados de la corrupción, de las calamidades y de la guerra.
Que la Señora de todos los Pueblos, la Santa Virgen María, sea nuestra Abogada.
Amén.

hermosadoncella