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Un ángel ordena a Alma que regrese a Ammoníah | Alma 8
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Alma, hijo, un profeta del Libro de Mormón, predica al pueblo de Ammoníah y es echado de la ciudad. Un ángel de Dios se aparece a Alma y le manda que regrese a Ammoníah. El ángel le dice que los líderes de Ammoníah están planeando quitar la libertad de las personas. El ángel manda a Alma que declare al pueblo de Ammoníah que serán destruidos si no se arrepienten.
Basado en Alma 8:4, 11–17.
4 Y empezó a enseñar al pueblo en la tierra de Melek de conformidad con el santo orden de Dios, por medio del cual había sido llamado; y empezó a enseñar al pueblo por toda la tierra de Melek.
11 Sin embargo, endurecieron sus corazones, y le dijeron: He aquí, sabemos que eres Alma; y sabemos que eres sumo sacerdote de la iglesia que has establecido en muchas partes de la tierra, según vuestra tradición; pero nosotros no somos de tu iglesia, y no creemos en tan insensatas tradiciones.
12 Y ahora sabemos que por no ser de tu iglesia, tú no tienes ninguna autoridad sobre nosotros; y tú has entregado el asiento judicial a Nefíah, de modo que no eres nuestro juez superior.
14 Y aconteció que mientras viajaba hacia allá, agobiado por la aflicción, pasando por mucha tribulación y angustia en el alma por causa de la iniquidad de la gente que se hallaba en la ciudad de Ammoníah, sucedió que mientras agobiaba a Alma esta aflicción, he aquí, se le apareció un ángel del Señor, diciendo:
15 Bendito eres, Alma; por tanto, levanta la cabeza y regocíjate, pues tienes mucho por qué alegrarte; pues has sido fiel en guardar los mandamientos de Dios, desde la ocasión en que recibiste de él tu primer mensaje. He aquí, yo soy quien te lo comuniqué.
16 Y he aquí, soy enviado para mandarte que vuelvas a la ciudad de Ammoníah y prediques otra vez a los habitantes de esa ciudad; sí, predícales. Sí, diles que a menos que se arrepientan, el Señor Dios los destruirá.
17 Pues he aquí, ahora mismo están proyectando destruir la libertad de tu pueblo (pues así dice el Señor), cosa que es contraria a los estatutos y juicios y mandamientos que él ha dado a su pueblo.
Basado en Alma 8:4, 11–17.
4 Y empezó a enseñar al pueblo en la tierra de Melek de conformidad con el santo orden de Dios, por medio del cual había sido llamado; y empezó a enseñar al pueblo por toda la tierra de Melek.
11 Sin embargo, endurecieron sus corazones, y le dijeron: He aquí, sabemos que eres Alma; y sabemos que eres sumo sacerdote de la iglesia que has establecido en muchas partes de la tierra, según vuestra tradición; pero nosotros no somos de tu iglesia, y no creemos en tan insensatas tradiciones.
12 Y ahora sabemos que por no ser de tu iglesia, tú no tienes ninguna autoridad sobre nosotros; y tú has entregado el asiento judicial a Nefíah, de modo que no eres nuestro juez superior.
14 Y aconteció que mientras viajaba hacia allá, agobiado por la aflicción, pasando por mucha tribulación y angustia en el alma por causa de la iniquidad de la gente que se hallaba en la ciudad de Ammoníah, sucedió que mientras agobiaba a Alma esta aflicción, he aquí, se le apareció un ángel del Señor, diciendo:
15 Bendito eres, Alma; por tanto, levanta la cabeza y regocíjate, pues tienes mucho por qué alegrarte; pues has sido fiel en guardar los mandamientos de Dios, desde la ocasión en que recibiste de él tu primer mensaje. He aquí, yo soy quien te lo comuniqué.
16 Y he aquí, soy enviado para mandarte que vuelvas a la ciudad de Ammoníah y prediques otra vez a los habitantes de esa ciudad; sí, predícales. Sí, diles que a menos que se arrepientan, el Señor Dios los destruirá.
17 Pues he aquí, ahora mismo están proyectando destruir la libertad de tu pueblo (pues así dice el Señor), cosa que es contraria a los estatutos y juicios y mandamientos que él ha dado a su pueblo.
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