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Alfonso Rojo: “Conociendo a Sánchez y compinches, no las tengo todas conmigo con el voto por correo”
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En las tertulias de televisión, llenas de sabelotodos, el voto por correo es anatema.
Osas poner sobre el tapete la mínima duda y te fulminan como peligroso fascista o en el más benigno de los casos, como sujeto sin fe en la democracia.
Algo similar ocurre en los ámbitos políticos y sin embargo, en la calle, la pregunta es una constante.
El que Pedro Sánchez, que es más falso que un euro de madera y lleva cinco años mintiendo a troche y moche, haya tenido la desfachatez de elegir como fecha de las elecciones generales un tórrido 23 de julio, lo que obligará a mucha gente a usar el correo si quiere ejercer su derecho al sufragio, alienta las sospechas.
Entre otras razones, porque el final de la campaña de las recientes elecciones autonómicas y municipales estuvo marcado por el intento de adquirir fraudulentamente sufragios en varias localidades, siempre con los socialistas como protagonistas, y por el turbio ‘affaire’ de la compra y robo de papeletas en Melilla, con los socios y amigos del PSOE en medio de la trama.
Para colmo, resulta que tenemos como presidente de Correos a Juan Manuel Serrano, ex jefe de Gabinete y amigo de Sánchez, lo que en teoría debería ser irrelevante, pero tampoco contribuye a tranquilizar los ánimos.
Y si todo eso lo rematas con el empeño del PSOE en colocar a uno de los suyos al frente de Indra, pieza clave en la parte ‘informática’ del proceso; dudar es legítimo y casi inevitable.
Pero no puedes decirlo en voz alta, si no quieres que te descalifiquen y tiene coña.
Aquí se puede insultar al Rey, ofender a empresarios como Amancio o Roig, estigmatizar a los presentadores que no aplauden a Sánchez, llamar asesina a Ayuso, sacar violadores de la cárcel y hasta incluir a terroristas como candidatos a concejal, pero ni se te ocurra plantear la menor sospecha sobre el puñetero voto por correo, que por cierto va a ser millonario en estas generales.
No hace siquiera falta que uses la palabra ‘pucherazo’.
Basta dejar caer que el sistema, con tanta precipitación, a la vista de los antecedentes y no siendo obligatorio presentar el DNI a la hora de entregar el sobre, tiene ‘agujeros’.
Dadas las fechas, el atasco que sufre Correos, donde permanecerán depositados los sobres varias noches y lo complicado del procedimiento, coincidirán conmigo que se incrementa bastante la posibilidad de ‘error’.
A estas alturas y si tuviera dos dedos de frente y un mínimo respeto a la ciudadania, Sánchez tendría que estar destinando buena parte de esos 440 millones de euros, que ha hecho aprobar a su Gobierno para engrasar a televisiones amigas y a los paniaguados periodistas de la Brunete Pedrete, a financiar sin descanso campañas explicando como se ejerce el derecho a votar por correo.
No lo está haciendo ni lo hará, porque el muy caradura confía en que muchos de los que no lo soportan y quieren una España mejor, se abstengan el 23J.
Yo, por si acaso, iré como un clavo al colegio electoral de siempre, a depositar el sobre en la urna, fiel al lema de que más nos vale perder un día de vacaciones, que dejar pasar la ocasión y perder después otros cuatro años aguantando a este cenutrio, a lo que reste de Podemos, a los comegambas sindicales, a los antiespañoles periféricos y a los proetarras.
Osas poner sobre el tapete la mínima duda y te fulminan como peligroso fascista o en el más benigno de los casos, como sujeto sin fe en la democracia.
Algo similar ocurre en los ámbitos políticos y sin embargo, en la calle, la pregunta es una constante.
El que Pedro Sánchez, que es más falso que un euro de madera y lleva cinco años mintiendo a troche y moche, haya tenido la desfachatez de elegir como fecha de las elecciones generales un tórrido 23 de julio, lo que obligará a mucha gente a usar el correo si quiere ejercer su derecho al sufragio, alienta las sospechas.
Entre otras razones, porque el final de la campaña de las recientes elecciones autonómicas y municipales estuvo marcado por el intento de adquirir fraudulentamente sufragios en varias localidades, siempre con los socialistas como protagonistas, y por el turbio ‘affaire’ de la compra y robo de papeletas en Melilla, con los socios y amigos del PSOE en medio de la trama.
Para colmo, resulta que tenemos como presidente de Correos a Juan Manuel Serrano, ex jefe de Gabinete y amigo de Sánchez, lo que en teoría debería ser irrelevante, pero tampoco contribuye a tranquilizar los ánimos.
Y si todo eso lo rematas con el empeño del PSOE en colocar a uno de los suyos al frente de Indra, pieza clave en la parte ‘informática’ del proceso; dudar es legítimo y casi inevitable.
Pero no puedes decirlo en voz alta, si no quieres que te descalifiquen y tiene coña.
Aquí se puede insultar al Rey, ofender a empresarios como Amancio o Roig, estigmatizar a los presentadores que no aplauden a Sánchez, llamar asesina a Ayuso, sacar violadores de la cárcel y hasta incluir a terroristas como candidatos a concejal, pero ni se te ocurra plantear la menor sospecha sobre el puñetero voto por correo, que por cierto va a ser millonario en estas generales.
No hace siquiera falta que uses la palabra ‘pucherazo’.
Basta dejar caer que el sistema, con tanta precipitación, a la vista de los antecedentes y no siendo obligatorio presentar el DNI a la hora de entregar el sobre, tiene ‘agujeros’.
Dadas las fechas, el atasco que sufre Correos, donde permanecerán depositados los sobres varias noches y lo complicado del procedimiento, coincidirán conmigo que se incrementa bastante la posibilidad de ‘error’.
A estas alturas y si tuviera dos dedos de frente y un mínimo respeto a la ciudadania, Sánchez tendría que estar destinando buena parte de esos 440 millones de euros, que ha hecho aprobar a su Gobierno para engrasar a televisiones amigas y a los paniaguados periodistas de la Brunete Pedrete, a financiar sin descanso campañas explicando como se ejerce el derecho a votar por correo.
No lo está haciendo ni lo hará, porque el muy caradura confía en que muchos de los que no lo soportan y quieren una España mejor, se abstengan el 23J.
Yo, por si acaso, iré como un clavo al colegio electoral de siempre, a depositar el sobre en la urna, fiel al lema de que más nos vale perder un día de vacaciones, que dejar pasar la ocasión y perder después otros cuatro años aguantando a este cenutrio, a lo que reste de Podemos, a los comegambas sindicales, a los antiespañoles periféricos y a los proetarras.
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