UNA TOALLA CEÑIDA. SALOMÉ ARRICIBITA

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JUEVES SANTO: La toalla
“Se levantó, se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego, puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de sus discípulos y enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (Jn. 13;4-5)
¡Qué torpe me siento a veces para comprender las palabras y hacerlas mías! ¡Cuántas veces “oigo sin escuchar”! Creo, que nos pasa a todos bastante. Quizás por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, a veces, necesitamos ver un gesto para poder comprender. Y aun así, como los discípulos tantas veces, no entendemos.
Jesús nos descoloca en esta tarde. Se despoja de su manto y con él de su “rango” de maestro ante sus discípulos y amigos. Se ciñe una toalla y se pone a servirles, nada menos que a sus pies, lugar reservado para los criados o las mujeres. Imagino que en aquella cena habría criados de la casa y mujeres del grupo de discípulos que estarían preparando y sirviendo la cena, aunque no sepamos nada de ellas. Podrían haber realizado esa labor, pero Jesús, tomó su sitio.
¿Manto o toalla? Telas de bien distinta calidad. Pero ¿cuál es más valiosa para Jesús? ¿cuál trae más vida consigo? ¿la que señala el rango y la dignidad (distanciando en cierto modo) o la que sirve a todos y se acerca, toca la piel, limpia, seca, alivia, descansa…? Jesús nos dejó en herencia un modo de vivir: el de ponernos a los pies de los otros, despojándonos de lo que no nos define, siendo hermanos, prójimos unos de otros, viviendo atentos a los demás y saliendo de nosotros, para hacerle presente en cada gesto de bondad, en cada toalla ceñida.
UNA TOALLA CEÑIDA
Con una toalla ceñida, a mis pies estás, Señor,
ceñidos también, la sonrisa y el Amor
con una toalla ceñida, el último de los dos,
lavando mis pies, hinchados del calor

Con una toalla ceñida, vas calmando mi dolor
secando con suavidad mi piel, mi corazón
con una toalla ceñida, bebes ya el cáliz, y el Amor
con una toalla ceñida, nunca fue mayor

NO SÓLO MIS PIES, SEÑOR, SINO TODA YO
TENDRÁS QUE LAVAR TAMBIÉN MI CORAZÓN
ENSÉÑAME A SER LA ÚLTIMA, LA QUE, COMO TÚ, VIVIÓ
CON UNA TOALLA CEÑIDA, POR AMOR (bis)

Para lavar los pies que han caminado
para vendar las heridas que han sangrado,
para mirar los ojos que han llorado,
y derramar tu agua en un abrazo

NO SÓLO MIS PIES, SEÑOR, SINO TODA YO
TENDRÁS QUE LAVAR TAMBIÉN MI CORAZÓN
ENSÉÑAME A SER LA ÚLTIMA, LA QUE, COMO TÚ, VIVIÓ
CON UNA TOALLA CEÑIDA, POR AMOR (bis)
CON UNA TOALLA CEÑIDA, POR AMOR
CON UNA TOALLA CEÑIDA, POR AMOR

Por: Salomé Arricibita.
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