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Monólogo de Alsina: 'Habló el Supremo y se revolvió el PSOE'
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Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la aplicación de la ley de amnistía de los jueces del Tribunal Supremo.
#amnistia #pedrosanchez #puigdemont #psoe
Uno se pone en la piel de Puigdemont ---con todo el esfuerzo que eso supone cuando nunca has intentado atropellar los derechos políticos de tus conciudadanos---, uno se pone hoy en la piel de Puigdemont y entiende que el hombre tenga hoy la incómoda sensación de que le han tangao.
Él contaba con pasar el verano limpio de polvo y paja, extinguidas todas sus responsabilidades penales por obra y gracia de la amnistía que le ordeñó (con eñe) a Sánchez a cambio de hacerle presidente y se encuentra con que, entrado ya el verano, sigue en busca y captura por corrupto, o sea, malversador, y sigue investigado por terrorismo.
Es natural que esté pensando que no era esto lo que estaba planeado. Cuántas veces no le habrán dicho en estos meses tú tranquilo, que gracias a García Castellón y a Aguirre vemos dónde puede haber agujeros y retorcemos un poco más el texto de la ley ---estiramos por aquí, estiramos por allí--- para que la manta protectora de la amnistía te cubra, da igual de lo que se te acuse.
Tanto darle vueltas al texto de la ley entre Boye y Bolaños, ley a medida ---que si distinguimos la malversación inaceptable de la disculpable, que si nos inventamos un terrorismo duro y uno light---, para acabar en el mismo sitio en el que estaba, es decir, en Waterloo.
El Tribunal Supremo no ve necesidad de consultarle al Tribunal Europeo si hay que amnistiar a quienes ya están condenados por malversación, Junqueras, Romeva y compañía.
Puigdemont no está condenado porque no ha podido ser juzgado, pero la doctrina se le puede aplicar a él también porque está procesado en rebeldía por malversación. (Lo estaba también por sedición hasta que Sánchez borró el delito del Código Penal desinformando a la opinión pública con el falso argumento de que en Europa nos lo estaban pidiendo a gritos).
El Supremo, digo, no ve necesidad de consultarle al Tribunal Europeo lo de la malversación porque es la propia ley de amnistía la que, según la interpretación del Supremo, deja casos como el de Puigdemont, o el de Junqueras, fuera del olvido penal. En una de las primeras redacciones de la ley se amparaba toda clase de malversaciones, las que fueran, pero en las siguientes se distinguió entre malversaciones amnistiables y no amnistiables precisamente para evitar que, llegado el caso, el Tribunal Europeo lo tumbara por ir en contra de la legislación europea anticorrupción.
Ésta es la ironía de la historia: la operación quirúrgica que hicieron los ingenieros legislativos del gobierno para protegerse del revés europeo es la que ahora sirve al Supremo español para proclamar que la malversación del procés no es amnistiable.
Donde la ley de amnistía dice que no se puede amnistiar a quienes hayan desviado dinero público para beneficiarse personalmente, el Supremo dice que justo eso es lo que hicieron los condenados: beneficiarse personalmente. Si el procés se lo hubieran pagado ellos de su bolsillo les habría costado un dinerito; como usaron el dinero de todos se evitaron desembolsar ellos nada; y eso es justo lo que se llevaron a casa, el dinero que habrían dejado de tener si se hubieran pagado ellos la aventura.
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Uno se pone en la piel de Puigdemont ---con todo el esfuerzo que eso supone cuando nunca has intentado atropellar los derechos políticos de tus conciudadanos---, uno se pone hoy en la piel de Puigdemont y entiende que el hombre tenga hoy la incómoda sensación de que le han tangao.
Él contaba con pasar el verano limpio de polvo y paja, extinguidas todas sus responsabilidades penales por obra y gracia de la amnistía que le ordeñó (con eñe) a Sánchez a cambio de hacerle presidente y se encuentra con que, entrado ya el verano, sigue en busca y captura por corrupto, o sea, malversador, y sigue investigado por terrorismo.
Es natural que esté pensando que no era esto lo que estaba planeado. Cuántas veces no le habrán dicho en estos meses tú tranquilo, que gracias a García Castellón y a Aguirre vemos dónde puede haber agujeros y retorcemos un poco más el texto de la ley ---estiramos por aquí, estiramos por allí--- para que la manta protectora de la amnistía te cubra, da igual de lo que se te acuse.
Tanto darle vueltas al texto de la ley entre Boye y Bolaños, ley a medida ---que si distinguimos la malversación inaceptable de la disculpable, que si nos inventamos un terrorismo duro y uno light---, para acabar en el mismo sitio en el que estaba, es decir, en Waterloo.
El Tribunal Supremo no ve necesidad de consultarle al Tribunal Europeo si hay que amnistiar a quienes ya están condenados por malversación, Junqueras, Romeva y compañía.
Puigdemont no está condenado porque no ha podido ser juzgado, pero la doctrina se le puede aplicar a él también porque está procesado en rebeldía por malversación. (Lo estaba también por sedición hasta que Sánchez borró el delito del Código Penal desinformando a la opinión pública con el falso argumento de que en Europa nos lo estaban pidiendo a gritos).
El Supremo, digo, no ve necesidad de consultarle al Tribunal Europeo lo de la malversación porque es la propia ley de amnistía la que, según la interpretación del Supremo, deja casos como el de Puigdemont, o el de Junqueras, fuera del olvido penal. En una de las primeras redacciones de la ley se amparaba toda clase de malversaciones, las que fueran, pero en las siguientes se distinguió entre malversaciones amnistiables y no amnistiables precisamente para evitar que, llegado el caso, el Tribunal Europeo lo tumbara por ir en contra de la legislación europea anticorrupción.
Ésta es la ironía de la historia: la operación quirúrgica que hicieron los ingenieros legislativos del gobierno para protegerse del revés europeo es la que ahora sirve al Supremo español para proclamar que la malversación del procés no es amnistiable.
Donde la ley de amnistía dice que no se puede amnistiar a quienes hayan desviado dinero público para beneficiarse personalmente, el Supremo dice que justo eso es lo que hicieron los condenados: beneficiarse personalmente. Si el procés se lo hubieran pagado ellos de su bolsillo les habría costado un dinerito; como usaron el dinero de todos se evitaron desembolsar ellos nada; y eso es justo lo que se llevaron a casa, el dinero que habrían dejado de tener si se hubieran pagado ellos la aventura.
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