CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL LOS PARAÍSOS FISCALES

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Nacidos hace no más de cuarenta años como territorios o Estados de escasa o nula tributación, los paraísos fiscales eran utilizados por dueños de grandes fortunas para poner a salvo su patrimonio sin tener que dar demasiadas explicaciones ni pagar por ellas grandes impuestos.

A través de cuentas numeradas sin nombre de su titular, el objetivo principal era hacer invisible a los ojos de las autoridades esos cuantiosos fondos.

Hoy, en cambio, los más de once billones de dólares que, se estima, se canalizan a través de estos centros financieros irregulares, están controlados principalmente por las mayores empresas multinacionales de los países industrializados.

Organizada como centros de servicios financieros para no residentes, esta banca off-shore fue creciendo al amparo de gobiernos fuertes y con apoyo de los principales bancos internacionales que los utilizan para derivar operaciones que, por normas regulatorias, no podrían efectuar en filiales de países soberanos.

Este sistema bancario en las sombras adquirió notable vuelo en la última década, con la paulatina desvinculación entre el rol de la actividad financiera y el circuito productivo.

Cuando el objetivo de financiar la producción fue reemplazado por la especulación pura, la banca privada internacional comenzó a hacer un uso creciente de los paraísos fiscales para viabilizar operaciones de compraventa de activos financieros a gran escala, sin dejar registro de titularidad ni pagar impuestos.

Estos espacios económicos de débil fiscalidad y secreto garantizado se multiplicaron con el atractivo de la ganancia fácil. Los 25 paraísos que existían en la década de los '70 pasaron a ser 72 en los últimos años. Y no hay nada ni nadie que obstaculice su proliferación.

La declaración del Grupo de los 20 del 2 de abril en Londres, proclamando el fin de la era del secreto bancario, y la advertencia de que se tomarán medidas contra los paraísos fiscales, no resultaron la primera manifestación en tal sentido.

Casi nueve años antes, el 21 de julio del 2000 en Okinawa, Japón, los ministros de Finanzas del Grupo de los 7 se comprometían a la eliminación del secreto bancario y a combatir eficazmente el blanqueo de capitales. Poco se ha hecho en esa dirección. Y mucho en sentido contrario.

Son las empresas multinacionales de los países centrales, el denominado Grupo de los 7, los responsables del mayor drenaje de divisas hacia los paraísos fiscales.

Prácticamente no hay empresa de primera línea internacional del área petrolera, automotriz, telecomunicaciones, financiera y de seguros, construcción e inmobiliaria, turismo y de las más diversas ramas manufactureras que no tenga filial en islas Caymán, islas Vírgenes, Barbados o cualquier otro centro financiero generalmente cercano a los puntos neurálgicos de la economía mundial.

América Latina es una de las regiones más perjudicadas por este drenaje. Los países en desarrollo ven escabullirse de sus fronteras anualmente unos 500 mil millones de dólares, fundamentalmente transferidos por empresas multinacionales, ya sea en forma legal o no declarada.

Y son los tentáculos de los principales bancos internacionales, operando en los paraísos fiscales, los encargados de derivar esos fondos a operaciones especulativas en los centros financieros mundiales.

En este mundo que gira al revés, los países pobres financian a los ricos. Los banqueros de los ricos juegan esos fondos en el casino mundial y, cuando pierden, reciben fuertes subsidios de los gobiernos centrales.

Es por lo menos curioso que, pese a la condena del G-20 a los paraísos fiscales, ninguno de los planes de ayuda financiera lanzados por los Estados Unidos o los miembros de la Unión Europea haya puesto como condición que las entidades financieras beneficiarias deban repatriar los capitales y cesar las actividades que desarrollan en estos paraísos fiscales.

En la actual etapa del capitalismo, en la que sus actores principales han demostrado su vocación por un orden económico sin ningún tipo de controles ni regulaciones, sin límites ni cuestionamientos morales a sus fines, los paraísos fiscales quizás sean, simplemente, su expresión más genuina.
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Muchas gracias... Conciso, sencillo, directo...

FonsecaStatter