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Juan 14:6 - Jesús es el único camino al Padre (EXPLICACIÓN)
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Oraciones para el Alma
Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.
(Juan 14:6)
En Jesús encontramos la verdadera vida, una con propósitos claros tanto para nuestros años sobre la tierra como para la eternidad. El diablo intenta quitarnos la paz, la salud, la certeza de que nuestra vida cuenta para algo. Su deseo es mantenernos desanimados y separados de Dios. Le damos permiso para hacerlo cada vez que pecamos y elegimos rechazar a Dios.
Sin embargo, Jesús vino a la tierra para que podamos tener la vida abundante que Dios desea para nosotros.
Con su vida Jesús nos mostró cómo vivir, qué prioridades tener, cómo actuar. Con su muerte y su resurrección, Jesús venció el poder de la muerte. Gracias a él tenemos acceso a la vida que el Padre había deseado para nosotros desde el principio: una vida en amistad con Dios, disfrutando de su presencia por siempre.
Cuando le pedimos a Jesús que sea nuestro Señor y Salvador, abrimos la puerta a esa vida abundante que Dios nos quiere dar. Su Espíritu Santo nos llena con su fruto y nos capacita para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. En Cristo vivimos con esperanza; está en nosotros escoger si aceptaremos vivir cada día con él, por la eternidad.
Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.
(Juan 14:6)
En Jesús encontramos la verdadera vida, una con propósitos claros tanto para nuestros años sobre la tierra como para la eternidad. El diablo intenta quitarnos la paz, la salud, la certeza de que nuestra vida cuenta para algo. Su deseo es mantenernos desanimados y separados de Dios. Le damos permiso para hacerlo cada vez que pecamos y elegimos rechazar a Dios.
Sin embargo, Jesús vino a la tierra para que podamos tener la vida abundante que Dios desea para nosotros.
Con su vida Jesús nos mostró cómo vivir, qué prioridades tener, cómo actuar. Con su muerte y su resurrección, Jesús venció el poder de la muerte. Gracias a él tenemos acceso a la vida que el Padre había deseado para nosotros desde el principio: una vida en amistad con Dios, disfrutando de su presencia por siempre.
Cuando le pedimos a Jesús que sea nuestro Señor y Salvador, abrimos la puerta a esa vida abundante que Dios nos quiere dar. Su Espíritu Santo nos llena con su fruto y nos capacita para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. En Cristo vivimos con esperanza; está en nosotros escoger si aceptaremos vivir cada día con él, por la eternidad.
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