La crucifixion y muerte de Cristo

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“Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz.

Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,

le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.

Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

Y sentados le guardaban allí.

Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS.

Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.

Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,

y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.

De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:

A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.

Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.

Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él.

Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste.

Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber.

Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.

Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.

El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.

Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,

entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.

Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.

Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,

y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.

Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.”

San Mateo, capítulo 27, versos 32 en adelante.
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Por William Soto Santiago
Viernes, 6 de abril de 2012
Cayey, Puerto Rico

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