Salmo 90 - Llamamiento (497)

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Estamos avanzando, un poco cada día, sin prisas, pero sin pausa, a lo largo del salmo noventa.

Este salmo fue escrito por Moisés, ese personaje clave en la formación del pueblo de Dios, Cuando pasaron de ser una raza esclavizada en Egipto, a ser una nación con un Dios Salvador, con una constitución y unas leyes derivadas de ella, y una tierra para vivir en ella independientes.

Los diez primeros versículos, del salmo noventa, dicen así:

“Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación. Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche. Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; A la tarde es cortada, y se seca. Porque con tu furor somos consumidos, Y con tu ira somos turbados. Pusiste nuestras maldades delante de ti, Nuestros yerros a la luz de tu rostro. Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; Acabamos nuestros años como un pensamiento. Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos”.

Como te hemos dicho antes, tras leer los primeros diez versículos del salmo noventa, vamos a poner nuestra Mirada sobre los versículos tres y cuatro del mismo, para examinarlos en detalle.

Estos versículos, que ponen nuestra atención en la fragilidad humana, dicen así:

“Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche”.

La primera frase nos sitúa en la soberanía de Dios para sacudir la conciencia de los seres humanos al recordarles su fragilidad, porque ante Él somos insignificantes, pues dice:

“Vuelves al hombre hasta ser quebrantado”. Y en esta situación hay una demanda que Dios hace y es llamar a volverse a Él, pues continúa el texto diciendo: “Y dices: Convertíos, hijos de los hombres”. Y es que, desde el inicio de la historia, Dios llama a la humanidad a volverse a Él, porque la condición de mortal del ser humano es el factor más decisivo para resolver la vida después de la muerte.

La Biblia ofrece múltiples muestras de ese llamamiento de Dios. Añade el salmo otra referencia a la eternidad de Dios comparada con la brevedad humana diciendo:

“Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche”.

Ante esto, resulta sorprendente como los humanos actuamos y hablamos como si fuésemos a vivir siempre sin tener en cuenta que somos como una brizna de hierba que se la lleva el viento.

Por eso es tan importante que escuchemos el llamamiento de Dios a reconciliarnos con Él con toda humildad y creyendo en su palabra recibamos de Él la verdadera vida, la vida eterna.
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