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Barcostop, autostop y motostop por América Latina
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Después de 4 años viviendo en Mozambique, en una casa tradicional a 2.500 km de la capital, Cristina decidió emprender uno de sus grandes viajes para abrir horizontes. Su intención era dar la vuelta al mundo en 5 años, sin coger ningún avión. Y probando estos tres métodos de viaje: Barcostop, autostop y motostop por América Latina
Empezó el viaje en enero de 2015 en Canarias, desde donde cruzaría el Atlántico en una travesía de 40 días a bordo de un velero de 11 metros, que había conseguido haciendo barcostop. En el barco viajaba con el capitán y otro barcostopero que nunca en su vida había subido a un barco.
Navegaron entre el viento, el frío y las olas para llegar hasta Cabo Verde, el último punto antes de cruzar el Atlántico. Tardaron una semana durante la que el otro chico pasó los días vomitando, sin poder salir de la cama. Una vez en tierra parecía que todo se movía a pesar de estar fuera del barco... Por suerte coincidieron con el carnaval y pasaron 48 horas en las que olvidaron el mal de mar, compraron comida y se prepararon para la verdadera travesía.
Pasaron 2 semanas sin ver a nadie. Su única distracción en el barco fueron las estrellas, el sol, los peces voladores y el libro 'las voces del desierto', que leyeron más de 2 veces durante todo el viaje. Algunos días las olas eran tan grandes que no podían ni dormir. Pasaron por tormentas, lluvia, grandes olas, problemas con la hélice, ataques de martín pescador, casi un naufragio al colisionar con una isla próxima a Brasil, enganches con las redes de los pescadores, cambios de rumbo mientras el capitán dormía...
Lo más duro, el mareo constante, cocinar, y las pesadillas nocturnas provocadas por el movimiento. Lo mejor, sentir que el viento te transporta, sin gasolina, sin motor... y tener tiempo para pensar y sentir. Sentir los cambios de temperatura del frio del invierno del hemisferio norte al calor del verano del hemisferio sur.
Empezó el viaje en enero de 2015 en Canarias, desde donde cruzaría el Atlántico en una travesía de 40 días a bordo de un velero de 11 metros, que había conseguido haciendo barcostop. En el barco viajaba con el capitán y otro barcostopero que nunca en su vida había subido a un barco.
Navegaron entre el viento, el frío y las olas para llegar hasta Cabo Verde, el último punto antes de cruzar el Atlántico. Tardaron una semana durante la que el otro chico pasó los días vomitando, sin poder salir de la cama. Una vez en tierra parecía que todo se movía a pesar de estar fuera del barco... Por suerte coincidieron con el carnaval y pasaron 48 horas en las que olvidaron el mal de mar, compraron comida y se prepararon para la verdadera travesía.
Pasaron 2 semanas sin ver a nadie. Su única distracción en el barco fueron las estrellas, el sol, los peces voladores y el libro 'las voces del desierto', que leyeron más de 2 veces durante todo el viaje. Algunos días las olas eran tan grandes que no podían ni dormir. Pasaron por tormentas, lluvia, grandes olas, problemas con la hélice, ataques de martín pescador, casi un naufragio al colisionar con una isla próxima a Brasil, enganches con las redes de los pescadores, cambios de rumbo mientras el capitán dormía...
Lo más duro, el mareo constante, cocinar, y las pesadillas nocturnas provocadas por el movimiento. Lo mejor, sentir que el viento te transporta, sin gasolina, sin motor... y tener tiempo para pensar y sentir. Sentir los cambios de temperatura del frio del invierno del hemisferio norte al calor del verano del hemisferio sur.
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