Felipe el Diácono

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Felipe el Diácono, 25 de septiembre

Entonces el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y únete a este carro. Y corriendo Felipe hacia él, le oyó leer al profeta Isaías, y dijo: ¿Entiendes lo que lees? Hechos 8:29, 30. YRP 277.1

Dios está mirando hacia abajo desde su trono, y está enviando a sus ángeles a esta tierra para cooperar con los que están enseñando la verdad. Leed el relato de la experiencia de Felipe y el eunuco. «El ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Y él se levantó y fue; y he aquí que un hombre de Etiopía, eunuco de gran autoridad bajo Candace reina de los etíopes, que tenía a su cargo todo su tesoro, y que había venido a Jerusalén para adorar, volvía, y sentado en su carro leía al profeta Isaías» (Hechos 8:26-28).... PJR 277.2

Este incidente muestra el cuidado que el Señor tiene sobre toda mente susceptible a la verdad. Vemos cuán estrechamente relacionado está el ministerio de los ángeles celestiales con la obra de los siervos del Señor en esta tierra. YRP 277.3

A Felipe se le impuso la carga de entrar en nuevos lugares, de abrir nuevos caminos. Un ángel que estaba atento a toda oportunidad de poner a los hombres en contacto con sus semejantes le dio instrucciones. Felipe fue enviado «hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza, que es desierto» (versículo 26). Esto lo puso en contacto con un hombre de amplia influencia, quien, una vez convertido, comunicaría a otros la luz de la verdad. Por obra del Señor a través de Felipe, el hombre se convenció de la verdad, se convirtió y se bautizó. Era un oidor de la Palabra, un hombre de buena reputación, que ejercería una fuerte influencia en favor de la verdad. YRP 277.4

Hoy, como entonces, los ángeles del cielo esperan para guiar a los hombres hacia sus semejantes. Un ángel mostró a Felipe dónde encontrar a este hombre, que estaba tan dispuesto a recibir la verdad, y hoy ángeles de Dios guiarán y dirigirán los pasos de aquellos obreros que permitan que el Espíritu Santo santifique sus lenguas y refine y ennoblezca sus corazones.—The Review and Herald, April 20, 1905. YRP 277.5

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