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Aelia Capitolina

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Alea Jacta Est
Los emisarios y espías de César en Roma le habían advertido que el Senado y su adversario, y antiguo socio, Pompeyo Magno, habían decidido quitarle el Proconsulado de las Galias, junto con sus legiones, y se le ordenaba que llegara a la República para ser juzgado por haber conquistado el territorio recién anexo sin el permiso explícito del Senado.
Las cartas estaban echadas, querían castigar a Julio César para despojarlo de su gloria y exiliarlo para que su ambición no llegara a Roma, pero el Imperator Cayo Julio César no iba a ver cómo se desmoronaba todo su legado sin dar batalla. Decidió entonces cruzar el Rubicón, lo que lo llevaría a que lo declararan enemigo de Roma (ya que la ley romana de la época prohibía que un Proconsul cruzara el Rubicón con sus legiones) y así dar inicio a una guerra civil. Fue entonces cuando mirando a sus legiones elevó un grito al cielo y a los dioses diciendo Alea Jacta Est, ¡la suerte está echada!
No obstante la abierta declaratoria de guerra, Julio César implementó un modelo llamado la Clementia Caesaris, que consistía en entender que esa era una guerra entre romanos y que después de la guerra, Roma tendría que levantarse y reconstruirse sin heridas del pasado. Por eso, cuando Julio César sometía a sus rivales, no les imponía la pena de muerte ni el exilio, ni mucho menos la pérdida de todos sus bienes. Procuró conservar la dignidad de los derrotados para evitar un derramamiento inútil de sangre.
Clementia, en la mitología romana, era la diosa del perdón, la compasión y la misericordia.1
De abstracción a diosa
Se convirtió en una divinidad romana, formando parte parte de la religión pública tras el asesinato de Julio César, que encarnaría en vida esta virtud2 César fue famoso por su paciencia inteligente, sobre todo después de la guerra civil del año 49 a. C.. Fue en febrero de ese año, cuando en Corfinium, se rindió uno de sus rivales, siendo perdonado por César. Ese sería el principio de la idea de la clementia Caesaris, una manera sutil de conseguir un mayor número de apoyos hacia su causa.
En el año 44 a. C., el Senado decidió erigir un templo en honor del Divus Iulius y para el culto a la divina clementia Caesaris, posiblemente instigado anteriormente por el propio César como forma de divulgar que aplicaba esta virtud. En el templo estaban representados César y la diosa dándose la mano.3
Cicerón puede ser considerado el mejor intérprete de lo que puede entenderse como el sistema de valores romanos para la clementia. En su Pro Marcello, pronunciado en el Senado para agradecer a César, defensor de la retirada de algunos de sus oponentes políticos, incluido el pompeyano Marco Claudio Marcelo, Cicerón atribuye al César la virtud de la clementia porque si bien es cierto que la gloria de César se basa, al igual que en otros líderes, en el talento militar, es el único entre todos los vencedores, que se ha distinguido por su bondad, tan noble, que no se limita a compararlo con los grandes hombres, sino que debe ser juzgado como un dios.
En una carta a su amigo Ático, Cicerón también plantea la clementia de César: "Dirán que están asustados. Me atrevo a decir que lo están, pero tienen más miedo a Pompeyo que a César. Están encantados con su clemencia ingeniosa y temen la ira del otro.". También en Pro Rege Deiotaro (Para el rey Deiotaro) Cicerón plantea de nuevo la virtud de la clementia de César.
Los emisarios y espías de César en Roma le habían advertido que el Senado y su adversario, y antiguo socio, Pompeyo Magno, habían decidido quitarle el Proconsulado de las Galias, junto con sus legiones, y se le ordenaba que llegara a la República para ser juzgado por haber conquistado el territorio recién anexo sin el permiso explícito del Senado.
Las cartas estaban echadas, querían castigar a Julio César para despojarlo de su gloria y exiliarlo para que su ambición no llegara a Roma, pero el Imperator Cayo Julio César no iba a ver cómo se desmoronaba todo su legado sin dar batalla. Decidió entonces cruzar el Rubicón, lo que lo llevaría a que lo declararan enemigo de Roma (ya que la ley romana de la época prohibía que un Proconsul cruzara el Rubicón con sus legiones) y así dar inicio a una guerra civil. Fue entonces cuando mirando a sus legiones elevó un grito al cielo y a los dioses diciendo Alea Jacta Est, ¡la suerte está echada!
No obstante la abierta declaratoria de guerra, Julio César implementó un modelo llamado la Clementia Caesaris, que consistía en entender que esa era una guerra entre romanos y que después de la guerra, Roma tendría que levantarse y reconstruirse sin heridas del pasado. Por eso, cuando Julio César sometía a sus rivales, no les imponía la pena de muerte ni el exilio, ni mucho menos la pérdida de todos sus bienes. Procuró conservar la dignidad de los derrotados para evitar un derramamiento inútil de sangre.
Clementia, en la mitología romana, era la diosa del perdón, la compasión y la misericordia.1
De abstracción a diosa
Se convirtió en una divinidad romana, formando parte parte de la religión pública tras el asesinato de Julio César, que encarnaría en vida esta virtud2 César fue famoso por su paciencia inteligente, sobre todo después de la guerra civil del año 49 a. C.. Fue en febrero de ese año, cuando en Corfinium, se rindió uno de sus rivales, siendo perdonado por César. Ese sería el principio de la idea de la clementia Caesaris, una manera sutil de conseguir un mayor número de apoyos hacia su causa.
En el año 44 a. C., el Senado decidió erigir un templo en honor del Divus Iulius y para el culto a la divina clementia Caesaris, posiblemente instigado anteriormente por el propio César como forma de divulgar que aplicaba esta virtud. En el templo estaban representados César y la diosa dándose la mano.3
Cicerón puede ser considerado el mejor intérprete de lo que puede entenderse como el sistema de valores romanos para la clementia. En su Pro Marcello, pronunciado en el Senado para agradecer a César, defensor de la retirada de algunos de sus oponentes políticos, incluido el pompeyano Marco Claudio Marcelo, Cicerón atribuye al César la virtud de la clementia porque si bien es cierto que la gloria de César se basa, al igual que en otros líderes, en el talento militar, es el único entre todos los vencedores, que se ha distinguido por su bondad, tan noble, que no se limita a compararlo con los grandes hombres, sino que debe ser juzgado como un dios.
En una carta a su amigo Ático, Cicerón también plantea la clementia de César: "Dirán que están asustados. Me atrevo a decir que lo están, pero tienen más miedo a Pompeyo que a César. Están encantados con su clemencia ingeniosa y temen la ira del otro.". También en Pro Rege Deiotaro (Para el rey Deiotaro) Cicerón plantea de nuevo la virtud de la clementia de César.
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