Recorrido por la historia de la física moderna

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El armazón de la ciencia se erige sobre preguntas, no tanto sobre respuestas, como suele creer la mayoría de la gente. Las respuestas son efímeras. Por ejemplo, podemos preguntarnos por qué los planetas orbitan como lo hacen. Esta inquietud es válida, y aunque en el siglo XVII la respuesta fue: "Por una fuerza atractiva que varía inversamente al cuadrado de la distancia", como afirmaba Newton, 230 años después, pudo plantearse que la curvatura del espacio-tiempo fuera la responsable. Y en el futuro, quién sabe si la teoría no se modificará y surjan nuevas explicaciones. Las respuestas cambian con el tiempo, siendo en el edificio de la ciencia lo equivalente a los tabiques, que pueden eliminarse o alterarse.

En cambio, las preguntas permanecen. Son las vigas maestras que sostienen esta gran estructura. Imaginemos una pregunta determinada con una única respuesta correcta. El número de respuestas incorrectas es, como mínimo, numeroso o incluso infinito. Hay infinitas respuestas erróneas y solo una acertada. La probabilidad de acertar es prácticamente nula. Debemos ser conscientes de que la respuesta que demos a cualquier pregunta probablemente sea incorrecta.
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