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El Poder del Espíritu Santo / Charles Spurgeon (Romanos 15:13)

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“El Poder del Espíritu Santo.”
Romanos 15:13.
El PODER es una prerrogativa especial y propia de Dios y sólo de Dios. “Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder.” Dios es Dios, y el poder le pertenece. Aunque delegue una porción de él a Sus criaturas, sigue siendo Su poder. El sol, aunque es “como un esposo que sale de su tálamo, se alegra como gigante para correr el camino,” sin embargo no tiene poder para ejecutar sus movimientos sino de la manera como lo dirige Dios. Las estrellas, aunque viajan en sus órbitas y nada las puede detener, no tienen ni poder ni fuerza excepto el que Dios les otorga diariamente. El alto arcángel, junto a Su trono, que brilla más que un cometa resplandeciente, aunque es uno de aquellos que destacan en fuerza y que escucha la voz de los mandamientos de Dios, sin embargo no tiene sino el poder que su Creador le da.
En cuanto a Leviatán, que en pos de sí hace resplandecer la senda, que parece que el abismo es cano; y Behemot que se bebe de un trago el Jordán y se jacta de poder chupar ríos enteros. Esas criaturas majestuosas que se encuentran sobre la tierra, deben su fortaleza a Él, que formó sus huesos de acero, y sus miembros como barras de hierro.
Y cuando pensamos en el hombre, si tiene fuerza o poder, todo eso es tan poco e insignificante, que apenas si lo podemos considerar. Sí, cuando está en su punto más grande, cuando empuña su cetro, cuando está al mando de sus ejércitos, cuando gobierna naciones, aún así el poder le pertenece a Dios. Y es verdad “Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder.”
Romanos 15:13.
El PODER es una prerrogativa especial y propia de Dios y sólo de Dios. “Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder.” Dios es Dios, y el poder le pertenece. Aunque delegue una porción de él a Sus criaturas, sigue siendo Su poder. El sol, aunque es “como un esposo que sale de su tálamo, se alegra como gigante para correr el camino,” sin embargo no tiene poder para ejecutar sus movimientos sino de la manera como lo dirige Dios. Las estrellas, aunque viajan en sus órbitas y nada las puede detener, no tienen ni poder ni fuerza excepto el que Dios les otorga diariamente. El alto arcángel, junto a Su trono, que brilla más que un cometa resplandeciente, aunque es uno de aquellos que destacan en fuerza y que escucha la voz de los mandamientos de Dios, sin embargo no tiene sino el poder que su Creador le da.
En cuanto a Leviatán, que en pos de sí hace resplandecer la senda, que parece que el abismo es cano; y Behemot que se bebe de un trago el Jordán y se jacta de poder chupar ríos enteros. Esas criaturas majestuosas que se encuentran sobre la tierra, deben su fortaleza a Él, que formó sus huesos de acero, y sus miembros como barras de hierro.
Y cuando pensamos en el hombre, si tiene fuerza o poder, todo eso es tan poco e insignificante, que apenas si lo podemos considerar. Sí, cuando está en su punto más grande, cuando empuña su cetro, cuando está al mando de sus ejércitos, cuando gobierna naciones, aún así el poder le pertenece a Dios. Y es verdad “Dos veces he oído esto: que de Dios es el poder.”
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