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Café Tacuba

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Hace poco más de cien años, cuando no existía la carrera de gastronomía ni programas de cocina vanguardista, o la misma televisión para tal caso, don Dionisio Mollinedo o “Papá Nicho” cómo le llamaba yo, decidió transmitir a la gente de la capital su gusto por las delicias mexicanas y probar su suerte dándome vida propia, y esperando a cambio que, eventualmente, yo le diese de comer.
Demasiado ha pasado desde entonces, millones de personas han cruzado mis puertas y se han sentado en mis sillas. Hoy, mis paredes hablan en las lenguas de cada extranjero que me ha visitado desde lejanos rincones del planeta; no obstante los he hecho sentir como en casa. Pero sobre todo, mis paredes hablan un idioma que todos comprenden y forma parte de cualquier cultura en el mundo: la cocina.
Una serie de eventos, personas, un toque de azar y la determinación de mis creadores, me condujeron cuatro generaciones más tarde hasta a este cumpleaños, el más importante en mi trayecto. Cumplo un siglo pero no estoy cansado, de hecho me siento más vivo que nunca. Cumplo un siglo pero conservo el mismo sabor. Escuchar tantas pláticas y ver cantidad de sonrisas me ha mantenido fuerte. Toda esa gente ha formado parte de mí y yo de sus memorias.
Espero poder seguir platicando con ustedes dentro de cien años más, y mis vitrales se empañen con lágrimas. Por el momento los dejo porque ya me puse sentimental, y se me están quemando los frijoles. Espero me dejen seguir respirando la historia y escuchando sus voces; ha sido, y seguirá siendo un honor tenerlos en mis mesas. Gracias por todo…
Fragmento de la pagina Web del restaurante de Café Tacuba
Demasiado ha pasado desde entonces, millones de personas han cruzado mis puertas y se han sentado en mis sillas. Hoy, mis paredes hablan en las lenguas de cada extranjero que me ha visitado desde lejanos rincones del planeta; no obstante los he hecho sentir como en casa. Pero sobre todo, mis paredes hablan un idioma que todos comprenden y forma parte de cualquier cultura en el mundo: la cocina.
Una serie de eventos, personas, un toque de azar y la determinación de mis creadores, me condujeron cuatro generaciones más tarde hasta a este cumpleaños, el más importante en mi trayecto. Cumplo un siglo pero no estoy cansado, de hecho me siento más vivo que nunca. Cumplo un siglo pero conservo el mismo sabor. Escuchar tantas pláticas y ver cantidad de sonrisas me ha mantenido fuerte. Toda esa gente ha formado parte de mí y yo de sus memorias.
Espero poder seguir platicando con ustedes dentro de cien años más, y mis vitrales se empañen con lágrimas. Por el momento los dejo porque ya me puse sentimental, y se me están quemando los frijoles. Espero me dejen seguir respirando la historia y escuchando sus voces; ha sido, y seguirá siendo un honor tenerlos en mis mesas. Gracias por todo…
Fragmento de la pagina Web del restaurante de Café Tacuba